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Una encuesta de 100 agricultores realizada por el Soil Health Institute encontró que aquellos que implementaron prácticas de salud del suelo reportaron un aumento promedio en los ingresos agrícolas netos de $52/acre para maíz y $45/acre para soya.
La salud del suelo es una prioridad estatal de Nebraska para el Servicio de Conservación de Recursos Naturales (NRCS). El suelo no es solo minerales, como arena, limo y arcilla. También se compone de agua, residuos vegetales en descomposición, materia orgánica y aire. Un suelo sano es poroso, lo que permite la libre circulación de aire, agua y organismos biológicos, como lombrices y raíces de plantas. Cuando hay poca porosidad en el suelo y los minerales están apretados, es más difícil para las raíces excavar y menos absorbente cuando llueve. Esta compactación no solo hace que la tierra sea menos productiva, sino también menos eficiente en la absorción de agua de lluvia y nutrientes, lo que puede contribuir a mayores problemas de inundaciones y contaminación de las aguas subterráneas.
Cuando el suelo está saludable, mejora el rendimiento de los cultivos y respalda la resiliencia ambiental y financiera a largo plazo de una operación agrícola. Además de un aumento en los rendimientos, los agricultores están viendo una reducción en los costos de los insumos al mejorar la salud del suelo. Si bien la construcción y restauración del suelo no es un proyecto de la noche a la mañana, los beneficios de las buenas prácticas del suelo son acumulativos. Cultivar un suelo saludable es una buena opción desde el punto de vista económico, pero saber qué es lo correcto para la finca y administrar los costos iniciales puede ser desalentador.